viernes, 16 de noviembre de 2012

Goya, Doñana y el enigma de Alba

Por Héctor Garrido

Autoretrato de Francisco de Goya en la
época en que conoció a Cayetana de Alba
En muchas de las grandes pinacotecas del mundo se exhiben cuadros que ocultan mensajes codificados. Y es que muchos artistas han incluido desde siempre pensamientos en clave que, en muchos casos, pueden llegar a pasar desapercibidos para los que no son el destinatario original. En ocasiones, con el paso del tiempo, son descubiertos y se convierten en fuente constante de análisis y controversia en torno a su significado. 

A lo largo de la historia muchos maestros de la pintura (y de otras artes, claro está) han utilizado la simbología oculta para poder expresar opiniones a contracorriente, creencias prohibidas, amores inconfesables e incluso para satirizar con sutileza a personajes ilustres. Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, Rafael, Verrocchio, Botticelli, el Bosco o el Greco, entre muchos otros, han utilizado sus propias obras para expresar estos pensamientos públicamente inconfesables.

Cuando se conocen los códigos, resolver el significado es casi un juego, una suerte de jeroglífico que a veces nos lleva a respuestas sorpresivas. Por contra, en muchas ocasiones es imposible llegar a conocer el verdadero significado del mensaje oculto sin manejar los códigos originales, pudiendo hacer sólo conjeturas que pueden llevarnos a respuestas muy alejadas del mensaje original.

Algunos autores utilizaron esta técnica como una constante en buena parte de sus obras, con el fin de reprentar mensajes universalizadores, habitualmente de tipo aleccionador o religioso. El Greco es un buen ejemplo de ello. A veces sus cuadros son una composición de elementos con significado propio, que en suma contienen de forma jeroglífica la expresión del orden jerárquico de los conceptos representados.

A partir del Renacimiento muchos autores comienzan a utilizar los códigos ideográficos para  otros usos que no tienen por qué ser el religioso, como plantear reflexiones personales alrededor de símbolos por todos conocidos. Leonardo da Vinci también fue maestro en este arte. Y así pobló muchas de sus obras con detalles que sugieren significados nuevos y algunos incluso no bien conocidos aún hoy. Los códigos usados pueden ser diversos, pero hay algunos que quizás sólo eran conocidos por él y la persona de destino, caso de que la hubiera. 

Mucho se ha escrito y discutido alrededor de la mirada de la Gioconda, pero quizás Leonardo en su obra oculta misterios aún sin resolver que merecen tanta o más atención, porque sus respuestas probablemente deban ser fascinantes, si pudiéramos llegar a ellas. ¿Por qué el jilguero que el niño de la Madonna Litta tiene entre las manos está como escondido, oculto?¿Por qué el ángel de la Virgen de las Rocas señala a San Juan Bautista, en lugar de a Jesús?¿Qué señala San Juan Bautista con su índice dirigido hacia arriba? Y, sobre todo, ¿qué mensaje transmite Baco señalando hacia su izquierda con su mano derecha y hacia el suelo con su mano izquierda?

Izq: San Juan Bautista, de Leonardo da Vinci, h 1508-1513, Museo del Louvre, paris.
Der: Baco, atrib. Leonardo da Vinci, h 1510-1515. Museo del Louvre, Paris


Y es que la señal del dedo índice en el retrato tiene una fuerza dificilmente alcanzable con otros gestos. Y a veces, siguiendo el gesto podemos descubrir fascinantes historias, porque su presencia nunca es casual. Francisco de Goya lo usó en algunas de sus obras en lo que parece que son demostraciones codificadas de sentimientos personales.

GOYA EN DOÑANA


Hubo un suceso en la vida de Francisco de Goya que le marcó profundamente, hasta el punto de que buena parte de su vida y obra posterior sufrió de su influencia. Se trata de un capítulo no muy bien conocido, que transcurrió durante la primavera de 1797 en el Palacio de Doñana. Según los testimonios que se conservan, Goya paso un tiempo de retiro entre Doñana y Sanlúcar de Barrameda, invitado por la dueña del Palacio, Doña Cayetana de Silva, Duquesa de Alba.

Cayetana de Silva, Duquesa de Alba. por Francisco de Goya, 1797.
Hispanic Society of America, Nueva York.
Doña Cayetana, mecenas de Goya, había traspasado la barrera de los treinta y acababa de quedar viuda apenas un año antes. La falta de descendencia significó una tragedia, ya que ostentaba cincuenta y seis títulos nobiliarios que quedaban sin heredero. Curiosamente al final de su vida adoptó a una niña negra, de nombre María de la Luz (Goya la dibujó con ella en brazos en uno de sus ábumes de Sanlúcar), aunque sus títulos nobiliarios nunca recayeron en la pequeña Mari Luz y regresaron a sus familias troncales.

La belleza de doña Cayetana era célebre -la Nueva Venus de España, como la nombró algún poeta-  así como su formación intelectual, acorde al Siglo de las Luces que les tocó vivir. Durante aquel encuentro, y en los días que hubo en torno a él en Sanlúcar de Barrameda, Goya pintó y tomó muchos apuntes de la Duquesa, que se conservan aún hoy en sus cuadernos. Y de aquella época data un enigmático retrato de cuerpo entero en el que ella posa en un paisaje que muchos coinciden en señalar como alguna zona en torno al Palacio de Doñana (Hoy Parque Nacional de Doñana, en Huelva, España). Algo diferente debió ocurrir aquel día en que Cayetana posó para Goya, ya que el retrato continene una serie de detalles misteriosos que, a todas luces, podrían ser mensajes cifrados. 

Una visión general de la obra no desvelará nada especial, más allá del curioso paisaje de fondo en el que se observan unas mogeas de árboles y un pino aislado, como vencido. Ciertamente es un ambiente que podría recordar a algunos rincones de Doñana próximos al Palacio donde se alojaban. En el centro de la imagen, la duquesa posa en una curiosa actitud que lleva inevitablemente al observador a fijar su vista en un detalle colocado estratégicamente en el centro de la imagen: su mano derecha con el índice extendido. Y acercándose a ella, podrá observarse que porta dos anillos. Uno de ellos grande y vistoso, en el dedo corazón, que lleva la inscripción tallada de su ducado: “Alba”. El otro, que casi pasa desapercibido, ya que es mucho menor y de un dorado apagado, también contiene una inscripción, aunque más difícilmente legible: “Goya”.



Pero hay más. El anillo que lleva tallado el nombre del pintor está en el dedo índice, en lugar de estar en cualquiera de los dedos donde sería más lógico encontrarlo (el anular, sin ir más lejos, que queda vacío). Y el índice, cumpliendo la función que le da nombre está indicando algo, en este caso directamente hacia el suelo. Y siguiendo su indicación llegaremos a la arena que se extiende ante los zapatos de la Duquesa. Y allí hallamos unos garabatos, como si alguien hubiera hecho unos dibujos sin mucho tino, sobre la superficie de la arena. Pero recordemos que hablamos del gran maestro Francisco de Goya: nada en su pintura debe ser casual. Así que, intuyendo que la persona que debió garabatear en el suelo fue la propia Duquesa, giraremos la cabeza para poder ver el dibujo desde su posición, como si hubieran sido dibujados por ese mismo dedo que los señala. Y de pronto los garabatos cobrarán sentido y podremos leer una frase compuesta con sólo dos palabras, pero cargadas de un contundente significado, si han sido escritas por la Duquesa: “Solo Goya”.




Pero no sabemos nada más. ¿Qué es lo que sólo Goya podía hacer? ¿Quizás era el único que la podía pintar? Es una opción razonable, tras dos meses de convivencia en Sanlúcar de Barrameda y el Palacio, podrían haber sellado algún pacto secreto entre ambos. ¿O quizás se trata de un expresión de amor? ¿Correspondida? Probablemente nunca lo sabremos. Si parece cierto que Goya, que comenzaba a sufrir la gravedad de su sordera, precisaba expresarse por nuevas vías, exploraba nuevos recursos.

La Duquesa de Alba de Blanco, 1795
Palacio de Liria, Madrid
Cabe la posibilidad de que la obra pudiera ser una forma evolucionada a partir de otra obra similar, realizada dos años antes y que representa a la Duquesa vestida de blanco (aún no era viuda), en un paisaje ligeramente parecido, junto a un perrito. Su mano señala también con el dedo índice, pero de un modo poco enérgico, hacia un punto que se sitúa fuera del cuadro. Bajo la mano se lee la dedicatoria: “A la Duquesa de Alba, Frº de Goya 1795”. Quizás, durante la estancia en Doñana ella le pidió que repitiera la pintura primera y trabajaron juntos ese proyecto que, de ser así, era un poco de ambos.

A pesar de que muchos autores han escrito sobre el enigma del cuadro de la Duquesa de negro, atribuyéndolo a un romance entre el pintor y la modelo, hay muy pocos datos reales que señalen una posible relación amorosa entre ellos. Muchos apuntes en los conocidos como Cuadernos de Sanlúcar (Álbumes A y B), registran diversas figuras femeninas, reconociéndose en muchas de ellas a la Duquesa de Alba, a veces en actitud claramente sensual. Pero quizás todo se reducía a un desmesurado amor platónico del pintor por su mecenas y modelo. Una frase recogida en una de las cartas que Goya escribe a Martín Zapater en agosto de 1794, reza así, refiriéndose a la de Alba, cuando ella le pidió por vez primera que le pintara el rostro: “me gusta mas que pintar en lienzo”.

Pero definitivamente el significado real de la simbología representada en el cuadro de la Dama de Negro, sólo Goya y la Duquesa lo conocieron. Apenas cinco años después de ser retratada en aquel ambiente tan especial, la Duquesa falleció repentinamente de unas fiebres.

En el tiempo que se pintó el cuadro, durante el año 1797, a la Duquesa de Alba le tocó redactar su testamento. Dejó repartida una pequeña parte de su fortuna entre personas de pocos recursos. Su ahijada Mari Luz se vio beneficiada de ello. También dejó 10 reales diarios de por vida a Javier Goya, hijo del pintor.

Hoy, el cuadro la Dama de Negro se exhibe en la Hispanic Society of America de Nueva York, adonde llegó tras pasar por diferentes colecciones. Pero por mucho tiempo, hasta que le venció la muerte, Francisco de Goya lo conservó junto a él, en su casa. Nunca se desprendió de cuadro de la Duquesa de Negro.


Diversos dibujos de Francisco de Goya cuyo personaje central es (o podría ser en algún caso) la Duquesa de Alba.



Enlaces en la red:

Barbozagrasa


Enlaces para observar con detalle algunas de las obras citadas:












Y si has llegado hasta aquí leyendo, creo que me puedo permitir sugerir que dediques un poco de tiempo a esta sublime obra recientemente atribuida a Leonardo da Vinci, en la que la sensualidad y el misterio se dan la mano, ¿Por qué, teniendo ese denso mantón rojo, María Magdalena se intenta cubrir el cuerpo desnudo con ese velo translúcido que no oculta nada?






martes, 13 de noviembre de 2012

Esta semana el proyecto Cuba Iluminada es portada de GENERACIÓN, suplemento dominical de El Colombiano (Medellín, Colombia). La fotografía utilizada es justamente la que comenté en la última entrada del blog sobre Lizt Alfonso.
Puede leerse el artículo completo y descargar los PDFs en EL COLOMBIANO

miércoles, 24 de octubre de 2012

Retrato de Lizt Alfonso

Para ilustrar el siguiente proceso creativo he elegido este retrato que realicé en Cuba a Lizt Alfonso en el transcurso del proyecto “Cuba iluminada” (ver web del proyecto). Con el fin de hacer la lectura más amena he dividido el proceso en Planteamiento, composición, iluminación, montaje, ejecución, positivado y cuestiones técnicas.




Planteamiento: Previa a la sesión fotográfica mantuve una reunión con Lizt Alfonso. Lizt es Directora y alma de la compañía de Ballet que lleva su nombre, el Ballet Lizt Alfonso, de Cuba, que viene fusionando la danza española con los ritmos afrocubanos desde el año 1991 con notable éxito.

Cuando nos sentamos a conversar, Lizt pronto me hizo ver que conocía bien mis trabajos fotográficos previos y poco a poco comenzó a mostrar sus preferencias en cuanto a las fotografías que había podido estudiar. Para lizt, el retrato que meses antes realicé a la artista plástica cubana Flora Fong era una referencia y me transmitió que le gustaría que hiciéramos algo en esa línea. Pero aquí es dónde pensé que estaba la dificultad: identificar cláramente qué es lo que llamaba la atención a Lizt del retrato de Flora, para que pudiéramos usar el espíritu de la fotografía, pero en ningún caso repetirnos. Así que la conversación se centró alrededor de este asunto. Tras muchas vueltas quedó bien claro que lo que le gustaba era la fusión de Flora Fong en su mundo íntimo, en su obra.

Flora Fong habitualmente trabaja alrededor de un paisaje imaginario en el que destacan largas palmeras empujadas por el viento. En buena parte de su obra se reconoce ese paisaje, que debe representar algo a la vez grande y a la vez íntimo, para ella. Por eso, en su retrato monté toda una escenografía en la que el fondo era un enorme cuadro de su autoría con paisajes de palmeras empujadas por el viento. Y ante ella coloqué sus esculturas, también de palmeras empujadas por el viento. Enfrenté a Flora a ese viento  imaginario y le pedí que se batiera contra él (o con él), en mitad de su bosque de palmeras. Un ventilador jugó un poco con su cabello, que aunque muy corto, se dejó mecer levemente. Trabajamos mucho la postura corporal hasta que conseguimos completar la composición estructurada a base de triángulos. Otro día avanzaré un poco más sobre esta sesión, que fue muy inspiradora. 




Así que decidimos trabajar esa línea también con Lizt. Hacía aún pocos minutos que acabamos de entrar en el gran edificio que acoge su compañía de Ballet y de alguna forma, rodeado por tantas aulas, salas de baile, músicas y ritmos -que por cierto, hacen temblar sísmicamente el edificio cada poco rato-, uno se siente abrumado por el peso que todo eso produce y, lógicamente podría cometer la osadía de decidir que esa es la obra definitiva de Lizt, la herencia que dejará el día de mañana. Pero, prudentemente, antes de decidir en qué obra íbamos a sumergirla, pregunté a Lizt directamente ¿cuál era, para ella y verdederamente, su obra? Y su respuesta fue inesperada y, desde luego, esclarecedora:
-Mis chicas.

Sus chicas. Las bailarinas que ella lleva tantos años, enseñando y preparando desde su Compañía de Ballet. Y ante esa respuesta tan clara, mi imaginación se disparó, como con un chispazo. Apenas tardé unos segundos en visualizar lo que íbamos a hacer. Bueno, la cosa tampoco es exactamente así. En estas cosas suele haber todo un trabajo anterior de estudio de posibles composiciones que, en mi caso, voy haciendo en mis cuadernos de notas, mientras paso esas interminables horas en aeropuertos y aviones. Hay cientos de notas que a veces releo y repaso, transformo, construyo y deconstruyo para, curiosamente, acabar usándolas casi todas con el paso del tiempo. Uno va escribiendo y dibujando apuntes rarísimos, a veces alocados y sin sentido, que no se sabe en qué acabarán. Porque pueden no tener destinatario, aún.


Composición: Así que decidimos hacer una inmersión de la figura de Lizt en sus chicas. Y para ello usariamos sólo las manos de estas cubriendo, a modo de caricia, el cuerpo de Lizt. Una composición vertical usando el formato 3 x 4 del sensor del respaldo Phase One, que utilizo para estos retratos. Lizt estaría sentada, apoyando su espalda sobre un espejo. El espejo provocaba un curioso efecto, ya que reflejaba sólo algunas de las manos y brazos de las chicas, con lo que conseguíamos aumentar ligeramente el número de elementos. Por mi parte no quería que destacase nada en la escena que no fuera del color de la piel, por lo que cambiamos a Lizt de indumentaria y montamos un enorme fondo negro en la pared trasera de la cámara, de modo que se reflejara completamente en el espejo, que hacía las veces de fondo de la fotografía. Este ambiente negro, aislaba la escena y le daba el toque de intimidad, para que se produjera la sensación de encuentro del actor consigo mismo.

Iluminación: La escena fue montada usando luz de un flash rebotado en el techo blanco de la sala, ayudado por una pantalla de luz fria que rellenaba por la izquierda. Para dar un punto de calidez a la escena aprovechamos la luz natural caribeña que entraba por los ventanales que se situaban a la derecha de la cámara. La pantalla de luz está montada sobre trípode, mientras el flash, conectado mediante cable a la cámara, es sujeto a mano. Raúl Ferrás y Francisco Valdera actúan como asistentes de luces.

Montaje: Aunque parezca una escena sencilla, tardamos varias horas en completar el montaje minucioso para que todo quedara en su sitio. Sabiendo que la cosa era larga, preferí que Lizt estuviera descansada para el retrato, y utilizamos en los preparativos una de las chicas que, aproximadamente, tenía similar estatura y complexión. Tras esto hicimos pasar a todo el grupo de chicas que componían su ballet y elegí, una por una, las manos que participarían en la fotografía y el orden en que irían distribuidas. Luego montamos una pequeña grada de cajones alrededor de la silla donde se sentaría Lizt (de momento estaba sentada su sustituta) y fuimos acomodando (en la medida de lo posible) a las chicas. Estuvieron soportando aquella incómoda posición por mucho rato hasta que todo estuvo listo. No hubo ni una queja, todo fue buena predisposición y colaboración. Y debió ser vedaderamente incómodo, ya que alguna chica acabó con hematomas y casi todas con las piernas dormidas por la postura. Una vez más, gracias sinceras desde aquí a todas y cada una de ellas.
Ejecución: Finalmente llegó el momento de sustituir a la chica que había estado posando por la verdadera Lizt. Y no hizo falta mucho más. Al sentarse, Lizt tuvo un par de gestos cariñosos con sus chicas mientras esperaba los útimos preparativos. Y me pareció que uno de esos gestos podía ser la guinda para redondear la foto, creando un vínculo más entre las chicas y Lizt. Y así se disparó la fotografía.

Positivado: El resultado fue un archivo Raw al que sólo se le hizo un ligero ajuste de luces extendiendo el histograma hacia los extremos.

Cuestiones técnicas: Fotografía realizada con un respaldo digital Phase One P65+ montado sobre un cuerpo Phase One 650DF y lente Schneider LS 80 mm f/2.8 (ISO 200, f/8, 1/60 s). Todo montado sobre trípode. Flash Nikon SB 800. La medición para el foco se realizó con un distanciómetro láser.
Durante el disparo, el sensor del respaldo descargaba directamente sobre un ordenador portátil, bajo la supervisión de mi asistente, Anielka Carmona. Simultáneamente la imagen era transferida, mediante conexión inhalámbrica, a un ipad, donde yo puedo comprobar foco, balance y luces, así como ver la imagen en tiempo casi real e incluso disparar la fotografía (software: Capture One, de Phase One). Fecha de la toma: 6 de marzo de 2012 en La Habana, Cuba.

Participaron: Carmen Rosa López, Claudia Valdivia, Tamy González, Bárbara Menéndez, Karelia Silva, Sandra Reyes,   Beatriz Álvarez, Liz Menéndez y, por supuesto, Lizt Alfonso.


Héctor Garrido









Video Retrato de Lizt Alfonso



Video Cuba Iluminada



Árboles en Guanacahabibes (Cuba)

Esqueletos de árboles, Guanacahabibes. La vegetación muerta por la invasión del agua marina en zonas de ciénaga ofrece un imponente paisaje monocromo en grandes extensiones de la Península de Guanacahabibes, en el extremo occidental de Cuba. Se trata de una zona de gran interés ecológico, donde abundan especies endémicas, como el zunzuncito (el ave más pequeña del planeta) o el cocodrilo de Cuba. Una tormenta inesperada (frecuentes en el Caribe), se acerca rápidamente, sin embargo, los árboles secos aún están fuertemente iluminados por el sol que desciende hacia el ocaso. Disparé con una Nikon D3X que montaba un 70-200 mm f/2,8. (f/8, 1/1000 s, ISO 250).

Guanacahabibes es una estrecha península que se extiende en el extremo occidental de Cuba, provincia de Pinar del Río. Es Parque Nacional y en 1987 fue declarado Reserva de la Biosfera por la UNESCO. En ese pequeño lugar se puede localizar el 44% de las especies endémicas de Cuba.


Águila imperial ibérica


Águila imperial ibérica (Aquila adalberti). Parque Nacional de Doñana, España. Una de las características fundamentales de esta rapaz exclusivamente ibérica es la gran mancha blanca que recubre el borde de ataque de cada ala. El objetivo de esta sesión era conseguir imágenes donde pudiera visualizarse con claridad el efecto que esta zona blanca puede causar en diferentes situaciones. Para la sesión se ha construido un observatorio móvil que me oculta a los ojos del águila. La estructura metálica está soportada por una ruedas de bicicleta que me permiten aproximarme lentamente al posadero del águila hasta conseguir la distancia adecuada para el disparo. La sesión comienza a las 6:00, en completa oscuridad. Tras el frío de la noche el águila estará durante unas horas soleándose en un posadero que conozco bien, lugar al que me dirijo con mi observatorio móvil. Cuando el aire está caliente y comienzan a desarrollarse las primeras corrientes térmicas del día, la gran hembra se lanza a volar. Es posible calcular hacia dónde volará, ya que depende de la dirección en que sople el viento en ese momento. Así, pude esperarla para conseguir esta fotografía, que la la tomé, tras varios días de trabajo, con un 500 mm f/4 de Nikon y una D3X (f/10, 1/800 s, ISO 320).

Guanaco de tres cabezas


Guanacos (Lama guanicoe) en Junín de los Andes (Neuquén, Patagonia Argentina). El encargo era esta vez realizar fotografías de cóndor de los Andes  (Vultur gryphus) comiendo sobre una carroña. Para ello construímos un par de observatorios ocultos bajo la tierra y cubiertos con ramas. Durante varios días estuvimos ocultos ante la carroña esperando que bajaran los cóndores. Una mañana, tres guanacos con aire despistado avanzaban en fila por una estrecha senda que se dirigía directamente a mi observatorio. Cuando apenas faltaban unos metros para llegar, el primero de ellos oyó el disparo de mi cámara fotográfica y se detuvo de forma brusca. Los otros guanajos asomaron durante apenas un segundo en esta curiosa composición en forma de abanico. Nikon D2X y 80-400 4.5-5.6 mm (f/13, 1/400 s, ISO 400)

Cóndor de los Andes


Cóndor de los Andes (Vultur gryphus). Buitreras de San Carlos de Bariloche, Río Negro (Patagonia Argentina). Una enorme y apartada peña reúne cada noche a un centenar de cóndores. Por eso ha recibido el nombre de La Buitrera. Ataviados con sacos de dormir pasaremos la noche allí bajo la increíble bóveda celeste de la Patagonia. Gonzalo Ignazi me acompaña y guía en este enclave tan especial. Al atardecer fotografiamos los cóndores que rozan la ladera buscando el mejor lugar para pasar la noche. La fotografía fue realizada casi sin luz, con una Nikon D3X y un 500 mm f/4 (f/4, 1/2000 s, ISO 500).

Mapuches de los Andes


Comunidad Mapuche Quintriqueo, San Carlos de Bariloche, Río Negro (Patagonia Argentina). Después de varios días de conversaciones para conseguir la autorización del Lonco para la realización de fotografías, finalmente llego a la Comunidad Mapuche de Quintriqueo. Para mi sopresa, encuentro  que en lugar del plácido ambiente de los días anteriores, reina una gran excitación. Tras meses luchando por recuperar sus tierras sagradas, que han sido adquiridas por grandes latifundistas, hoy van a recibir la visita de un Alto Comisionado de las Naciones Unidas. La Comunidad completa (apenas unos 40 hombres y mujeres) se ha congregado y esperan al ilustre visitante para realizar para él una serie de rituales ancestrales antes de presentar sus reivindicaciones. Cuando se haya marchado, al amanecer de la mañana siguiente, los Mapuche de Quintriqueo, ataviados con sus ropajes originales y blandiendo únicamente sus lanzas, volverán a pisar sus tierras a lomos de sus caballos. El enfrentamiento con la policía es inevitable, en una desigual lucha. La fotografía está realizada en el límite entre la noche y el día con una Nikon D3X ataviada con un 70-200 f/2,8 (f/2,8, 1/20 s, ISO 500).